LA VIDA EN EL PALACIO CHINO
Hace muchos años, en Oriente, concretamente en China, el emperador de China esperaba la visita del emperador de Mongolia. Todos se preparaban para el acontecimiento.
El emperador mandó a muchos criados que le trajeran esquisitos manjares de otros lugares. También ordenó a sus modistas
que le hicieran un traje nuevo y unos zapatos nuevos. Al cabo de una semana, miles de siervos llegaron con un montón de
comida deliciosa; trajeron de todo: Langostas, caviar, ostras, la mejor carne que uno pudiera encontrar en Europa, etc.
El emperador quería que todo estuviera perfecto y miles y miles de criados limpiaron su palacio; ¡lavaron hasta los establos de los caballos!
Cuando llegó la noche, todos estaban muy cansados incluso el emperador, de tanto mandar. Al día siguiente, llegó un mensasjero
con malas noticias: El emperador de Mongolia se retrasaría una semana. Al emperador eso le entristeció mucho. ¡Tanto trabajo para
nada!. Pasaron los dias y las noches y el emperador de Mongolia no llegaba. Por fin, en una noche, llegó el emperador y nadie se enteró. Este, cabreado, se fue a un hostal en las afueras. A la mañana siguiente, muchos habitantes esperaban en la puerta, aturdidos.Cuando el emperador se dio cuenta, no lo dudó ni un segundo. Ordenó a los pajes que le prepararan un carro con sus caballos y todo.
Al fin, después de tantos lios trajeron al emperador y le pidieron disculpas. ¡El sueño le jugó una mala pasada!
El emperador mandó a muchos criados que le trajeran esquisitos manjares de otros lugares. También ordenó a sus modistas
que le hicieran un traje nuevo y unos zapatos nuevos. Al cabo de una semana, miles de siervos llegaron con un montón de
comida deliciosa; trajeron de todo: Langostas, caviar, ostras, la mejor carne que uno pudiera encontrar en Europa, etc.
El emperador quería que todo estuviera perfecto y miles y miles de criados limpiaron su palacio; ¡lavaron hasta los establos de los caballos!
Cuando llegó la noche, todos estaban muy cansados incluso el emperador, de tanto mandar. Al día siguiente, llegó un mensasjero
con malas noticias: El emperador de Mongolia se retrasaría una semana. Al emperador eso le entristeció mucho. ¡Tanto trabajo para
nada!. Pasaron los dias y las noches y el emperador de Mongolia no llegaba. Por fin, en una noche, llegó el emperador y nadie se enteró. Este, cabreado, se fue a un hostal en las afueras. A la mañana siguiente, muchos habitantes esperaban en la puerta, aturdidos.Cuando el emperador se dio cuenta, no lo dudó ni un segundo. Ordenó a los pajes que le prepararan un carro con sus caballos y todo.
Al fin, después de tantos lios trajeron al emperador y le pidieron disculpas. ¡El sueño le jugó una mala pasada!